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Cientos de personas se congregaron en diferentes puntos de la capital para repudiar el secuestro. Parque de la 93. Por: Marcela Rivera
Ayer fue un día de histórico para Colombia. Millones de ciudadanos salieron a las calles para protestar contra el secuestro y darle un sí rotundo a la libertad. No sólo las principales ciudades de Colombia, como Bogotá, Medellín, Bucaramanga, Cali, entre otras, ensordecieron a los guerrilleros para exigirles el cese de la violencia y la libertad de todos los secuestrados del país que hasta el día de hoy suman unos 3100, sino que en diferentes países del mundo fueron convocados los compatriotas para unirse desde la distancia a este acto simbólico que haga cambiar el rumbo que ha venido tomando nuestro país por más de 40 años.
Desde La Guajira, hasta el Amazonas, pudieron sentirse los latidos de miles de corazones que clamaron por un NO al secuestro; por un NO a la indiferencia; por un NO a la guerra; y por un SÍ a la paz. La solidaridad, sin duda alguna, fue una de las protagonistas en las calles del país, allí no hubo distinción de raza, sexo o estrato social. Simplemente hubo cadenas de fortaleza y templaza para seguir adelante y para seguir teniendo la esperanza de que Colombia puede ser un mejor país.
Nuestro país no debería dejar congelar estos ánimos de solidaridad, el país debería seguir clamando libertad y paz, pues un viejo adagio dice que "la esperanza es lo último que se pierde". Las marchas deberían ser semanales, dado que si los violentos no entienden por el camino de la guerra, seguramente la constancia y las voces de que quieren la paz, harán ver que nuestro pueblo no sólo se une en un grito de alegría cuando gana la Selección, sino que a su vez se convierte en una sola masa, para clamar frente al mundo la libertad de sus hermanos, privados del don más hermoso para el ser humano por unos que también en su momento fueron nuestros hermanos.
Ayer fue un día de histórico para Colombia. Millones de ciudadanos salieron a las calles para protestar contra el secuestro y darle un sí rotundo a la libertad. No sólo las principales ciudades de Colombia, como Bogotá, Medellín, Bucaramanga, Cali, entre otras, ensordecieron a los guerrilleros para exigirles el cese de la violencia y la libertad de todos los secuestrados del país que hasta el día de hoy suman unos 3100, sino que en diferentes países del mundo fueron convocados los compatriotas para unirse desde la distancia a este acto simbólico que haga cambiar el rumbo que ha venido tomando nuestro país por más de 40 años.
Desde La Guajira, hasta el Amazonas, pudieron sentirse los latidos de miles de corazones que clamaron por un NO al secuestro; por un NO a la indiferencia; por un NO a la guerra; y por un SÍ a la paz. La solidaridad, sin duda alguna, fue una de las protagonistas en las calles del país, allí no hubo distinción de raza, sexo o estrato social. Simplemente hubo cadenas de fortaleza y templaza para seguir adelante y para seguir teniendo la esperanza de que Colombia puede ser un mejor país.
Nuestro país no debería dejar congelar estos ánimos de solidaridad, el país debería seguir clamando libertad y paz, pues un viejo adagio dice que "la esperanza es lo último que se pierde". Las marchas deberían ser semanales, dado que si los violentos no entienden por el camino de la guerra, seguramente la constancia y las voces de que quieren la paz, harán ver que nuestro pueblo no sólo se une en un grito de alegría cuando gana la Selección, sino que a su vez se convierte en una sola masa, para clamar frente al mundo la libertad de sus hermanos, privados del don más hermoso para el ser humano por unos que también en su momento fueron nuestros hermanos.
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